La prueba de la linterna

Publicado el sábado, 26 de noviembre de 2011

Recuerdo prácticamente como si fuera ayer quién y cuando me dio aquella linterna híbrida de doble foco halógeno. Un aparato publicitario, de la extinta Caixanova, pero preparado para socorrer en cualquier situación. Fue Chus, mi jefa en la Oficina Principal, en una limpieza de objetos de merchandising ya anticuados. Al ver que funcionaba con pilas y un mecanismo autogenerador, no dudé en encontrar un lugar para ella: el coche. "Nunca sabes cuándo tendrás que cambiar una rueda, cuando te será útil", pensé y sigo pensando.

El sábado madrugué como cada mañana para acompañar a Cris a por el coche. Tenemos por costumbre aparcar en el Castro, a las faldas de la montaña. Un sitio recurrente y sin civilización cerca, pero muy frecuentado a cualquier hora. Un sábado más enfilábamos la eterna cuesta que es esta ciudad, hasta comprobar como un policía local se detenía al lado de cada coche. Dos coches detrás del nuestro lo alcanzamos. "¿Se puede aparcar aquí agente?", pregunté, que tan pronto y sin carnet encima puedo llegar a ser muy cortés. "Sí. ¿Es alguno de éstos vuestro coche?", replicó. "El blanco, ¿por qué?", inquirí ya con cierto mal presentimiento. "No, por nada. Comprobad porque creo que os han roto la ventanilla", dijo con toda la tranquilidad del mundo.

Al nuestro y a cuatro más. Cristales por doquier, todo revuelto y nada de menos. No se habían llevado ni la moneda del carrito de la compra. Echaba de menos unas gafas de sol, que al final no estaban ahí. Un bluetooth infrautilizado, más tarde. Ni siquiera la radio (una antigualla de los noventa) o un CD, (porque no tenía). Es lo que tiene un Ford Fiesta del '96, que no alberga grandes tesoros.

Y así empezó un periplo de un día entero con visitas varias a la Policía nacional, a la Policía científica, a la Policía local y a Carglass. Por momentos, se ampliaba la cifra: "dicen que son 12", para luego sugerir "casi 20 he escuchado". Alguien incluso esbozó un "25 me han comentado". Al final, 21 coches, pero los cogieron.

Presentando la denuncia salió, de una caja con iPods, radios, navegadores, cargadores varios e incluso ropa sin estrenar de Decathlon; la linterna. Me sumí en un gozo desmesurado que la agente no podía entender y que, por cierto, conecta a los detenidos directamente con mi coche y con la luna quebrada. Habrá un juicio y tendré que presentarme acompañado de la prueba. Y entonces sabré que la linterna de Caixanova que me regaló Chus habrá sido muy útil.

En imagen, la protagonista de esta entrada. Por cierto, tengo el deber de custodiarla para cuando sea requerida, algo que me fastidia bastante. Cualquiera la vuelve a dejar en la guantera y que desaparezca...

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